LA ALFARERIA DEL AGUA
Para nuestra referencia a los temas de la aridez, vamos a referirnos en par- ticular a la alfarerfa llamada del agua, es decir la dedicada especialmente a almacenar o conservar agua en medianas o en pequeñas cantidades. Por extensión, esta «alfarerfa del agua» puede comprender la destinada al vino o a conservar granos.
Se trata de la alfarería más sencilla y rudimentaria, generalmente sin vidriar, pero también puede estar vidriada y de la diferencia podemos sacar provechosas consecuencias. Por supuesto, que los grandes recipientes siempre se han fabricado sin vidriar; por excepción han podido ser de alguna manera impermeabilizados, con algún barniz o embadurnándolos con pez.
Nunca se vidrian las grandes tinajas, hoy desaparecidas por completo. La última gran tinaja fabricada en España se realizó precisamente en Madrid, en Colmenar de Oreja, en el taller del famoso tinajero crespo. Quienes tengan interés por una hermosa tinaja no gigante, aún la pueden comprar en Crespo o en algún obrador de Villarrobledo, sera raro encontrarle en otro lugar.
Cantaro
Las grandes tinajas se han utilizado para conservar vino o agua. Hoy, los grandes depósitos de vino son de cemento y las tinajas han caído en desuso. La cerámica del agua va desapareciendo con la generalización del agua corriente en las casas y la proliferación de los horrendos envases de plástico. Ello ha supuesto un golpe casi mortal a la cerámica tradicional, pero a través de sus reliquias y de los pocos alfares aún abiertos, hoy podemos sacar interesantes deducciones.
Prescindiendo de las grandes vasijas destinadas a almacenar o conservar grandes cantidades de líquido, vamos a referirnos a las de tipo mobiliario, es decir, que pueden ser transportadas con facilidad para atender a las necesidades de consumo, bien en casa o en el campo o pequeños viajes.
Dentro de este grupo nos referiremos a:
- Cántaros pequeños o medios.
- Cantarillas de segador.
- Botijos.
- Jarros comunes.
- Pequeñas jarras, porrones o similares.
Vamos a detenernos en algunas consideraciones acerca de los efectos enfriantes de la alfarería porosa, o alfarería del agua. Recordemos antes algunos conceptos elementales de la termodinámica del aire.
Botijos y cantaros vidriados y no vidriados.
TEMPERATURA DEL AIRE Y DEL TERMOMETRO HUMEDO
Las tablas psicrométricas, tan empleadas para el cálculo de los índices de humedad con precisión, es sabido que se basan en la depresión del termómetro húmedo, es decir, en el enfriamiento de una superficie húmeda debido a la evaporación del agua. Esta depresión es nula cuando el aire está saturado de humedad y es máxima en el aire completamente seco, aunque la sequedad total nunca se da en la atmósfera libre.
Este es el fundamento del botijo, que para ser eficiente requiere dos co- sas: transpirar y encontrarse en un ambiente seco. Podemos señalar tambien que las más eficientes alfarerías, en cuanto al enfriamiento del agua contenida, las encontramos precisamente en las áreas más secas o al menos con periodos secos más acusados. En cambio, en la España húmeda, la tecnología del botijo es más deficiente para dar paso a otras motivaciones cerámicas: la ornamentación y cierta diversificación.
Recordemos que la temperatura llamada del termómetro húmedo, es la más baja temperatura a que puede llegar el aire por evaporación del agua en su seno. Con gran aproximación se mide en el psicrómetro, ventilando bien el termómetro húmedo, y suponiendo que la entalpía consumida en la evaporación se emplea en hacer descender el termómetro, cosa que no ocurre cuando el botijo se deja bajo un finísimo chorrillo de agua. El concepto opuesto es la temperatura equivalente; es la máxima a que puede llegar el aire por condensación de vapor en su seno. Si llamamos «t» a la temperatura del aire, «te» a la temperatura equivalente, «t’» a la del termómetro húmedo, «cp» calor específico a presión constante, «m» la proporción de mezcla, «M» al valor de la saturación y «L» es calor latente de vaporización (variable, del orden de 600 cal/gramo) «L´» a la temperatura «t’»,
Para el cálculo de la presión de vapor y de la humedad relativa, partiendo del psicrómetro se emplea la fórmula de Sprung:
Para la eficiencia del botijo hemos de repetir que la entalpía consumida por evaporación lo sea a costa de enfriar el agua almacenada. Factor importantísimo es el valor de la humedad. Veamos algunos casos concretos:
Sea un lugar con t = 31º, h = 30% y presión de 1.000 mb. La temperatura de rocío será tx = 12º, t’= 19º. Es decir el botijo, teóricamente podría enfriar, como máximo hasta los 19º.
Supongamos que la humedad sea del 20%. Nos daría una temperatura de rocío tx = 6º y t’ = 16,5º.
En cambio, si en un lugar fresco, supongamos en Santander, hay en agosto unas condiciones de t = 24º, h = 80%, se tendría tx = 20º, t’ = 22º, aproximadamente.
En la práctica, estos rendimientos de los cántaros no llegan a los valores teóricos por efecto del calor de conducción.
Una ventaja adicional que ofrece el uso del botijo casero, es la de poder identificar las tormentas de masa de las frontales. Como recuerda F. Morán (Ter.At., 121), en las tormentas de calor puede bajar mucho la temperatura «t», pero si no hay cambio de masa, no varía «t’». Por tanto una prospección termométrica de la temperatura del cántaro o del botijo puede dar una indicación acerca de si una tormenta es algo pasajero, o con el paso de un frente, anuncia un cambio más profundo.
CONSIDERACIONES MORFOLOGICAS
Otro aspecto interesante a considerar es la capacidad de enfriamiento debida a la forma y dimensión del cántaro o botijo. En este punto hay dos aspectos a considerar: la eficiencia de almacenamiento y la eficiencia de enfriamiento, aspectos que guardan relación inversa.
Considerando la economía de almacenamiento, el recipiente más eficiente será el de menor superficie a igualdad de volumen. Un sencillo razonamiento del cálculo diferencial nos dirá que las condiciones óptimas las proporcionan las formas esféricas. Dado que se precisa, por razones de estabilidad, una base de sustentación, habrá de ajustarse la base de la esfera a una superficie plana, habrá de contar con uno o dos orificios de entrada o salida y al menos un asa para transporte. Con dos orificios y una sola asa y un peso no superior a los tres kilos, por fácil manejo, hemos definido las especificaciones del botijo panzudo, como el de Valladolid, por ejemplo.
Para el almacenamiento de varios recipientes alineados, en una bodega o despensa, tiene inconvenientes la forma esférica, y se estiliza hacia la atinajada, para aprovechar mejor el espacio. Vasija intermedia es el cántaro, o la cántara en diversas denominaciones; cántaro grande, terciado, cantarilla, etc. Generalmente tienen un sólo orificio para entrada y salida; en algunos, se incluye otro pequeño para salida, como el de Magallón, Olivenza, Villafranca de los Caballeros, etc.
A veces aparece una forma intermedia entre el cántaro y el botijo: apta para llevarla al trabajo y con una sola boca; ejemplo, la cantarilla del segador tan popular tiempo atrás en Valladolid o en Avila. Hay también formas caprichosas: el caneco, o botijo cilíndrico, fácil de colgar de la cabalgadura, y que aún se fabrica en Fresno de Cantespino (Segovia) o los singulares botijos negros cilíndricos de Llamas do Mouro (Asturias).
De todas formas, el cántaro sin vidriar, de color blanco, pardo, rojizo o negro, ha sido durante quizá milenios, pieza clave de la alfarería del agua.
Dejando a un lado los problemas de eficiencia de almacenamiento, vamos a considerar la eficiencia de enfriamiento de los pequeños recipientes, tipo cántaro o botijo. Una elemental consideración es la ausencia de vidriados o cualquier clase de barnices. Sólo enfría el agua la vasija con capacidad de transpiración, lo que excluye todo tipo de vidriado. Los botijos vidriados tienen función ornamental, o bien utilidad en lugares donde la diferencia «t t’» es muy pequeña, o sea, donde es muy alta la humedad. Más adelante volveremos sobre esta misma idea.
En primer lugar, el enfriamiento es a costa de la evaporación. El calor de vaporización es del orden de 600 cal/g, lo que quiere decir, que un enfriamiento de 6º C exigiría la evaporación de un 1 %, cantidad razonable en los «cántaros que se rezuman».
Aspecto importante es la forma de la vasija.
En primer lugar, vamos a suponerla limitada por una superficie de revolución, en consonancia con los tornos del alfarero.
La eficiencia o poder refrigerante puede venir expresada por una expresión del tipo E = KP, donde «E» es la eficiencia enfriante, «K» una constante que depende de la naturaleza del material y su porosidad y P = S/V la relación superficie/ volumen.
Puede presentarse este caso cuando se lleva, para una jornada de trabajo, una cantidad de agua inicialmente fresca. Por conducción, se irá calentando, pero conviene que el poder enfriante aumente. Ello se consigue elevando la circunferencia de inflexión; es decir, lo que sucede con las cantarillas o botijos de «talle alto». Es ideal, en este caso, la cantarilla de segador, tan común antiguamente en Castilla la Vieja. Y por supuesto, el poder enfriante aumenta con y0 > 0, es decir, con la vasija suspendida, lo que se favorece colgándola de las asas.
Hemos observado también que ciertos cántaros, en su evolución a botijo, es decir, dotándolos de un pitorrillo lateral, tienden a elevar y acusar el talle (Olivenza, Vera, etc,…).
El problema puede ser complicado cuando el perfil de la vasija no es una función de primero o segundo grado; es el caso de Moveros, donde al menos el perfil es una curva de cuarto grado. Las jarras, más sedentarias, tienen en general el talle bajo y los recipientes tipo alcuza de barro, para contener aceite, no suelen tener talle.
Para altos rendimientos de «P», se puede recurrir a incrementar la superficie enfriante con reducción del volumen. Así llegamos a los botijos toroidales o de anillo, como en Miravet (Tarragona), Bonxe (Lugo), Cuerva (Toledo), Verdú (Lérida), etc. A veces estos botijos se vidrian y su morfología sólo tiene sentido ornamental.
Para incrementar el valor de «P», en los botijos de Agost, en Alicante, se les dota de una peana, con lo que la base, es decir, el término «b», se incrementa. Es típico de este tipo de botijos, de fina y muy evaporante arcilla blanca, la amplia peana sobre la que descansa la base cónica.
CONSECUENCIAS CLIMATOLOGICAS DE LAS ANTERIORES CONSIDERACIONES
Al comentar la morfología y características de la que hemos llamado «alfarería del agua», aludíamos a los dos problemas que tiende a resolver: almacenamiento y enfriamiento del agua. Ambos problemas están íntimamente relacionados, puesto que se encuentran unidos a algo muy característico de nuestro clima: la aridez.
En efecto, no olvidemos que es dominante el clima peninsular del tipo C de la clasificación de Köppen, y dentro del mismo, la variedad Cs, clima mediterráneo que supone una cierta rareza en el mosaico planetario de climas: verano seco. Lo normal es que, en la mayoría de los climas, las lluvias tengan lugar en verano. En el clima mediterráneo, el período húmedo, corto, es el invernal, por lo cual los tipos climatológicos Cs son los más idóneos para el turismo. Fuera de la cuenca mediterránea, en el mundo son reducidísimas las zonas donde se presenta el tipo climático Cs. En España quedan fuera del tipo Cs, amplias zonas del N y del NW y algunas como Almería, donde prevalece el tipo B, pero en la variedad BS, la menos seca por el hecho de tener el periodo húmedo muy breve, precisamente en invierno.
Botijo.
En cualquier caso, en los que se ha denominado la España seca, coincide la época de mayor penuria de agua, en años normales, con la época más cálida, por lo cual, los problemas de almacenar el agua y mantenerla fresca, son problemas que corren parejos.
Por otro lado, la eficacia refrigeradora de la alfarería del agua, es función de la sequedad del ambiente. En la España árida, tal cosa está, más para mal que para bien, asegurada, quizá con la excepción de las áreas más próximas al litoral, en la cual, pese a la escasez de precipitaciones, puede haber altos contenidos de humedad por la proximidad de las masas de agua marinas. Es evidente que, precisamente en las franjas litorales, la eficacia refrigeradora de la alfarería del agua es muy pequeña.
Por tanto, la profusión de la alfarería más sencilla, sin vidriar, la más apta para la refrigeración, hay que buscarla sobre todo en las zonas más áridas, y en particular, hacia el interior.
Como ya hemos comentado, la naturaleza de la arcilla en origen se impone, antes de cualquier otra razón, en la cerámica tradicional de cada lugar. Para la cerámica o alfarería tradicional, de carácter mobiliario, del agua (es decir, cantarillas, botijos y similares) conviene un material no muy pesado y sobre todo muy poroso. Los hay que reúnen tales condiciones en casi todos los tipos de arcillas que hemos citado; las más características son las rojas y las blancas; las arcillas ferruginosas, las calcáreas y gredosas. Los tipos castizos discutían años atrás entre las ventajas del botijo blanco y el botijo rojo. Había para todos los gustos; el poder enfriante es función de la capacidad de transpiración que puede quedar muy mermada por la presencia de grasa en la superficie del botijo, quizá más patente en la alfarería calcárea gradosa. En cualquier caso, se buscaban… «los botijos que se rezuman», de Andujar, como reza el pregón en una zarzuela muy popular.
Magníficos ejemplares de esta alfarería que denota acusadas características del tipo Cs, las encontramos en muchas regiones de la España seca.
El tratar de encontrar una correlación entre zonas climáticas y tipos de cerámica, no puede pretenderse, en estricto rigor, por estas razones:
a) La cerámica viene sobre todo impuesta por los materiales arcillosos disponibles.
b) El consumo de la alfarería no coincide exactamente con las zonas de fabricación.
c) Los alfares actuales no pasan de ser una reliquia de la época en que no estaba generalizado el suministro de agua en los hogares.
Aún con todo, y teniendo en cuenta estas limitaciones, suponiendo que la alfarería actual guarda relación geográfica con la pretérita, y admitiendo que las piezas cerámicas se distribuían no demasiado lejos de sus centros de elabora- ción, podemos encontrar que la cerámica del agua se prodiga más en la España seca, y las formas vidriadas del tipo cántaro y botijo, están más extendidas en la España húmeda.
Consideraciones aparte la merece la alfarería de agua de Agost; aunque originaria de una provincia litoral, sus productos se han difundido por toda la España peninsular, excepto Vascongadas y Navarra. Se trata de una alfarería muy porosa, nunca vidriada y en cuya elaboración se añade sal, lo cual también se practica en la alfarería de Biar, Orba y Segorbe; a la sal se le atribuye un mayor poder evaporante posiblemente por presión osmótica. Esta cerámica ha sido consumida por la España seca e incluso ha sido exportada, hasta los años 30, al Norte de Africa, sobre todo a Argelia.
En un censo aproximado que hacen Natalia, Seseña y otros, en 1980, dan cuenta de 257 localidades con centros alfareros, de ellos 154 contaban con obradores de labores sin vidriar, lo que supone aproximadamente el 58%.
La proporción fue incomparablemente mayor hace algunos decenios, por la decadencia de la alfarería del agua y por el hecho de que muchos alfareros, para subsistir, han recurrido a la alfarería turística y a las jarrillas y cazuelitas de mesón.
Un somero recorrido por la Península nos indica que, en las provincias que dan al mar en Galicia y en el Cantábrico, y que son las más húmedas, en siete provincias tan sólo hay 5 localidades con labores sin vidriar. La cerámica vasca es vidriada. Los jarros y botijos santanderinos suelen ser vidriados; no quedan ya obradores. En cambio, las dos provincias extremeñas, Toledo, Córdoba y Se- villa cuenta con 43 localidades con alfarería de agua.
Granada, geográfica mente con predominio de áreas del interior cuenta con doce centros sin vidriar por tres de vidriado y en Huelva la proporción es de 9 a 3; son evidentemente provincias, aunque litorales, con grandes necesidades de agua y lo mismo podríamos decir de Almería y Alicante, donde prevalece la alfarería del agua sobre la cerámica vidriada; precisamente se da tal circunstancia en zonas de gran necesidad de agua. Y en Canarias se repite idéntica circunstancia: dejando a un lado la cerámica del «souvenir», de los doce centros cerámicos, once realizan labores sin vidriar.
Lo mismo podríamos decir de provincias de la España seca, como Cuenca, Jaén, Murcia, Salamanca, Valladolid, Zamora y Zaragoza y nada decimos de Valencia ya que por su magnitud, las consideraciones de la cerámica valenciana merecen trato aparte que no entra en las anteriores generalizaciones.
Este es el panorama de la relación entre nuestra artesanía alfarera y el clima. La España seca, aquella que nunca puede soñar con exceder los 600 mm de precipitación cuenta aún con una alfarería del agua, sin vidriar, tosca, sencilla y entrañable. En la España húmeda tienden a prevalecer las cerámicas vidriadas, que muchas veces proceden de lejanos alfares donde el vidriado, para mercados lejanos, es la única tabla de salvación.
Podríamos cerrar un momento los ojos y pensar en «lo que fue», no hace siglos, sino en las primeras décadas del actual. Así en la localidad de Tajueco, en Soria de 60 alfares sólo quedan dos. En Cantalapiedra, ninguno de los 30 que había, situados en la calle del Arrabal, de menos de 100 metros de larga, un ascua de fuego cuando preparaban las hornadas y un laberinto de caballerías y carros, cargando cántaros, pucheros y ollas que se difundían por tierras salmantinas. De Tiñosillos, de Avila sólo quedan dos de los 30 obradores; de Ocaña, dos de 20, de Cespedosa del Tormes, tres de 22, y uno de los 14 de Trujillo. Y podríamos cansar a cualquiera con cifras abrumadoras de algo que está desapareciendo delante de nuestros ojos.
Hay que agradecer el heroismo de pequeños grupos, como Adobe, de Madrid, a los estudiosos, como Natalia Seseña, Pablo Torres, Emilio Sempere, al Centro de Estudios Artesanos y a la Cátedra de Cultura Popular de la Universidad Autónoma de Madrid ya otros, no muchos, que realizan esfuerzos por evitar que se extinga algo como la alfarería, de la que dice Sempere «se encuentra permanentemente arraigada en la esencia de los pueblos» y que además, es capaz de interpretar algunas incógnitas de esto tan misterioso y poco conocido que es nuestro clima.
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Para saber más. http://www.tiempo.com/ram/1797/la-cermica-del-agua-y-su-relacin-con-la-aridez/
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