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viernes, 8 de noviembre de 2013

Pruebas culinarias con bellotas



Pues parece que no se ha comentado nada relacionado con este nutritivo alimento, fruto de todos aquellos árboles belloteros, como el roble, encina, quejigo, alcornoque, etc...

En épocas de hambre se ha usado este tipo de alimento para aportar a la dieta humana, e históricamente es un alimento, que podríamos decir base, en culturas previas a la romanización, antes de ser introducidos los cereales, principalmente por todo el norte de la península (celtas y grupos afines), hacían harina con ellas que luego empleaban en platos diversos.

Gracias a la información recabada por Internet he podido llegar a realizar ciertas pruebas, hasta ahora más que infructuosas podría decir desagradables al paladar.

Comentar antes de nada algunas notas importantes:
Habiendo tal variedad de árboles belloteros, pues lógicamente cada uno dará un tipo de bellota, todas con formas parecidas y que incluso pueden confundirse entre ellas, pero lo importante es que hay bellotas dulces y bellotas amargas. La encina es la que más probablemente sea dulce su fruto, incluso algunos dicen que todas las de encina son dulces, y que se pueden comer directamente, tal cual recogidas del árbol.

El amargor es debido a la alta concentración de taninos (sirven para curtir) en la misma. Esa cualidad las hace "intragables", al menos en grandes cantidades (que alimenten, se entiende, o empachen), y es más, aún haciendo el esfuerzo son perjudiciales para nuestra salud, OJO.

Hasta ahora las pruebas realizadas han sido con bellotas de roble (que parece ser que son de las más amargas), roble gallego, que por más que he tratado de averiguar, preguntando a personas mayores por mis alrededores, era empleado para alimentar a los cerdos, pero que las personas comieran tales bellotas nadie me ha comentado nada.

1. Bellota cruda, tal cual ... como dirían ellas "sólo la puntita". Pues eso, tras pelar una he probado algunos pequeños trozos, quizá por la ínfima cantidad no se llega a notar el amargor tan fácilmente, y además no fue masticar y tragar inmediatamente, sino que mastiqué completamente e incluso tuve en la boca durante un rato, antes de tragar nada, por si notaba molestias en la boca.
Tras ver que pequeños trozos no generaban ningún tipo de molestia ingerí trozos algo más grandes, aquí ya se notaba el amargor al finalizar de masticar todo lo ingerido. Sólo me quedó escupir.

Conjuntamente con esto preparé unas pocas machacadas en mortero, para obtener una "pasta", de la cual al secarla se obtiene un tipo de harina de la misma.
Esta pasta la forcé a secar, aprovechando el fuego remanente de la placa vitrocerámica, resultando, eso, una harina bastante gruesa y que pronto torno un color oscuro (por la oxidación). Probé antes esta harina que las bellotas crudas tal cual, y si bien en pocas cantidades no es desagradable, al ingerir algo más de cantidad aparece el típico amargor, ... ag, ag, "pa fuera".

Nota:
Esto fue con bellotas recogidas y quizá dejadas secar al ambiente una semana o dos como mucho. NO he probado la bellota verde recién cogida del árbol (creo que su concentración de taninos sería mucho más elevada).

2. La segunda prueba sería el paso siguiente en cuanto a complejidad o trabajo previo a realizar (en supervivencia cuanto menos hagas más ahorrativo, por eso la primera prueba fueron las bellotas tal cual, coger y comer, aunque dejándolas secar, como indiqué anteriormente, más que nada por motivos de salud y ser eso, un experimento).

Aprovechando el calor del horno metí unas cuantas en el mismo, tuve la precaución de "pincharlas", como a las castañas, por si acaso explotaran. No he tomado nota del tiempo de cocción, pero hasta verlas doraditas y brillantes.
Al probarlas ya metí un trozo algo grande, y tras masticar durante un rato ya aprecié el amargor intragable (hombre, tragar se traga, pero ¿para qué?).
Quizá mezcladas con otros alimentos, y mejor dulces estos, no se note tanto, pero eso, que al tragar tanto tanino nos generaría problemas de salud.

Como decía, gracias a Internet leo que hay dos maneras de prepararlas, de manera sencilla:

a) Cociéndolas con ceniza (lo que no sé son las cantidades) ya que siempre he oído que "agua + cenizas" resulta una especie de lejía. Esta sería una buena opción a realizar en el monte.
b) Lixiviando la pasta obtenida de machacarlas (si estás en el monte) o picarlas (usando la picadora en casa ), que no es más que hacer harina de ellas mezclada con agua, y luego ir vertiendo agua fresca para limpiar los taninos.

Modo de hacerlo (en casa): Picar las bellotas mezcladas con agua, cuanta más mejor pues será más rápida la limpieza (lixiviación), al estar bien picado todo, ayudarnos de un escurridor al cual añadiremos un trapo sobre él (el trapo lógicamente es para atrapar la fina harina, pues un escurridor es demasiado grande su poro), vertemos el contenido sobre esto, y vamos enjuaguando sobre la misma, hasta ver que el agua sale limpia, sin espuma o blancuzca, y lo más limpia posible.
De este modo parece que se eliminan la mayoría de taninos y ya se puede comer.
Pero aún estoy por probarlo. Os dejo algunas fotos y me gustaría que cada uno aportara sus conocimientos o experiencias al respecto, a ver si sacamos algo en claro. Varias de la harina obtenida tras machacar y forzar a secar con calor.






En ésta dejé un trozo sumergida en aceite, para que no oxidase, y la probé luego, varios días después, igualmente amargaba.



Verde y cortada.

Asadas.





Y peladas ( además de la capa coriácea exterior normal que se puede ver en ellas al natural, luego tiene una fina capa, como las castañas, y pelada totalmente como se puede ver en esta última foto).

Ahora voy a realizar otras pruebas con bellotas de otro árbol, igualmente roble, pero de otro sitio (en un paseo en kayak me encontré con robles caídos sobre el agua de los cuales se podía obtener fácilmente bellotas de gran tamaño).