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martes, 2 de abril de 2013

Mal Agudo de Montaña.. M.A.M Mal de Altura

Profundizando el post sobre mal de altura .Esto es un árticulo de un montañero acostumbrado a los 8 miles y que creo que es muy interesante:

La zona de la Muerte es conocida como el área ubicada sobre los 7.500 mts. donde el hombre ya no puede aclimatarse, es decir, no existe adaptación del organismo a la hipoxia de la altitud, generando cuadros de mal de altura. ¿Hipoxia? Es un trastorno en el cual el cuerpo por completo (hipoxia generalizada), o una región de éste (hipoxia de tejido), se ve privado del suministro adecuado de oxígeno, produciendo trastornos, los que están en directa relación con la velocidad de ascenso y la altitud alcanzada, aunque estos síntomas normalmente desaparecen al descender a cotas más bajas.

Un error muy común es pensar que la cantidad o concentración de oxígeno atmosférico disminuye con la altitud. En realidad la concentración de oxígeno siempre es la misma (21% aprox.), independientemente de la altitud alcanzada, lo que disminuye es la denominada presión parcial de oxígeno y, con ello, la biodisponibilidad del mismo.

El mal de altura, conocido también como Puna o Soroche, tiene una aparición bastante relativa, dependiendo del sujeto, pero lo frecuente es que se presente a partir de las 4 ó 10 hrs. de exposición a la hipoxia, siendo más frecuente en tipos que habitan a menos de 500 mts de altitud. Contrario a lo que se piensa, la edad no es un factor determinante y eso de que la gente mayor no se apuna, es incorrecto.

La puna se conoce desde tiempos remotos. La primera descripción que se tiene referencia es un texto chino escrito por un tal Ku Pan, allá por el año 35 A.C. Trataba sobre los peligros que se enfrentó una expedición china que pretendía llegar cruzando las montañas al país de Ke-Pin (tal vez Afganistán), alcanzando alturas de 4.800 mts. aproximadamente: “el cuerpo del hombre enfiebrece, su cara palidece, la cabeza le duele y comienza a vomitar”, es parte de su poco animoso relato.

Normalmente, los cuadros de mal de altura se generan en la alta montaña, pero hay casos en que se dan en altitudes menores. Por eso, hablar de baja, media y alta montaña resulta bastante ambiguo, más aún cuando depende de su ubicación geográfica. En Europa, una montaña de 3500 mts se considera alta montaña, pero en el norte de Chile no es más que una loma aislada.

Al cruzar el umbral de los 5.500 mts se habla de altitud extrema. A menores altitudes, la vida humana y animal es factible, pero sobre estas cotas es imposible. Además de condiciones climáticas extremas, la baja presión atmosférica —responsable de la disponibilidad de O2— es menos de la mitad de la existente a nivel del mar, produciendo muchísimos trastornos, tales como deterioro muscular, problemas cardiocirculatorios y psíquicos.

Algunos montañeros fuertes y con mucha determinación pueden alcanzar cimas por sobre los 8000 mts de altitud, pero los riesgos, del punto de vista fisiológico, son muchos. Tal vez el Everest sea el límite de las posibilidades humanas.

¿Pero qué es el mal de montaña? Es una enfermedad benigna y breve que aparece en las personas al exponerse a la hipoxia de altitud, siendo bastante desagradable, amargando los primeros días de estancia en la alta montaña, pero luego desaparece con la aclimatación. Sin embargo, existe gente que derechamente tiene “techo” y, aunque permanezca un tiempo prolongado aclimatando, no conseguirá acostumbrar al cuerpo a estos ambientes hipóxicos e invariablemente se enfermará, haciendo necesario su descenso. Se hacen evidentes dolores de cabeza, mareos, náuseas, insomnio e irritabilidad, los que se superan con algunos analgésicos o, de ser sistemático, con el descenso a cotas más bajas.

Hasta aquí todo bien. El problema se genera cuando los síntomas se acentúan y no hay descenso inmediato del afectado; también por realizar ascensos exigentes (más de 1000 mts de desnivel en un día sobre los 3000 mts de altitud). Esta es la instancia donde el individuo comienza con alteraciones importantes en su organismo y donde se puede presentar dos formas malignas de mal de montaña, siendo de alto riesgo vital y que requiere un rápido tratamiento. La primera es una grave alteración del sistema nervioso central, que puede derivar en el coma y la muerte: el edema cerebral de altitud. La segunda es un edema pulmonar no cardiogénico de altitud. Pueden darse por separados o en forma conjunta.

Como sea, el primer tratamiento —que puede ser la diferencia entre la vida y la muerte— es tan sencillo como el inmediato descenso a cotas inferiores para luego trasladarlo a un centro asistencial. Tras alejarse de estos enrarecidos ambientes, el afectado recibe un importante “baño” de oxígeno pero, cuidado, no se traduce en una mejoría de su delicado estado, sólo da más tiempo.

Existen medicamentos que han demostrado ser útiles para la prevención del mal de altura, pero para personas con la formas malignas del mismo, su suministro sólo consigue comprar algo de tiempo antes de ser evacuados a zonas de menor altitud y a un posterior centro asistencial. Que quede claro: no existe medicamento alguno que mejore a un enfermo de edema en altura, sólo el descenso inmediato y tratamiento posterior.

Recordemos: El mal agudo de montaña (MAM), es la falta de adaptación del organismo a la hipoxia de altitud. La gravedad del trastorno está relacionada con la velocidad de ascenso y la altitud alcanzada, además de restricciones individuales. Algunos síntomas son: Cefalea (dolor de cabeza), náuseas y vómitos, falta de apetito, agotamiento físico, trastornos del sueño (somnolencia o insomnio), disnea súbita nocturna (despertarse bruscamente con sensación de ahogo).

En casos más graves pueden generarse edemas periféricos (retención de sodio subcutáneo), fenómenos tromboembólicos, embolias pulmonares, entre otros. La estancia en altura prolongada produce además deterioro muscular. Las manifestaciones malignas y que pueden ser mortales del MAM son el Edema Pulmonar de Altitud y el Edema Cerebral de Altitud.

El Edema Cerebral de Altitud (ECA) es una alteración muy grave del sistema nervioso central, con riesgo vital, que puede presentarse en tipos expuestos a hipoxia de altitud. La causa es la presencia de edema en el tejido cerebral. Los síntomas son acompañados de fuertísimos dolores de cabeza, ataxia, debilidad y pérdida de los niveles de conciencia, incluso desorientación, irritabilidad, pérdida de memoria, alucinaciones, comportamiento sicótico y coma.

El Edema Pulmonar de Altitud (EPA) es un edema pulmonar no cardiogénico en personas expuestas a hipoxia de altitud. Los síntomas pueden incluir dificultad para respirar, tos (en ocasiones con secreciones espumosas), respiración crepitante, dolor torácico y fuertes dolores de cabeza. En casos más graves, puede oírse en los bronquios sonidos de gorgoteo, similar a una olla puesta al fuego, además silbidos cuando el aire sale de los pulmones. Puede aparecer fiebre y alteración de los niveles de conciencia. También puede haber emisión de sangre (hemoptisis). En ambos casos (ECA y EPA) la evolución es letal a menos que se descienda a cotas más bajas rápidamente, mínimo 300 metros, y luego trasladar al afectado a un centro asistencial.

Ahora, una vez entendido lo que ocurre, es clave aprender a reconocer estos síntomas —no siempre evidentes— a través un sencillo diagnóstico de MAM, basado en la apreciación general del estado del afectado, pues no existe ningún síntoma que, por sí solo, identifique el MAM en forma exacta, por lo que se acude a tablas de síntomas con puntuación.

Una de las más usadas es la denominada escala del Lago Louise. Consiste en un cuestionario de evaluación (subjetivo) y una valoración clínica (objetiva), donde encontramos los siguientes síntomas (subjetiva):
1. Cafalea,
2. Problemas gastrointestinales,
3. Debilidad o cansancio,
4. Mareo y alteración del sueño.

Continúa una evaluación objetiva:
1. Alteración del estado mental,
2. Ataxia,
3. Edema periférico y
4. Estado de actividad.

Todos estos ítems son afinados con valoraciones del 0 al 3 con resultados que determinan la gravedad o incapacidad del afectado.

Total: 0-9 ptos= MAM leve (puede continuar ascendiendo);
10-19 ptos= MAM moderado (detener ascensión, mejor bajar);
20-28 ptos= MAM grave (descenso inmediato; hospital).
Es de mucha utilidad cargar esta tablita en ascensiones, porque aun gente con experiencia pueden pasar por alto muchos de estos síntomas.


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Prevención del MAM

La preparación física, por buena que sea, no previene el MAM. Un maratonista fácilmente puede dar la hora en altura. Es delicado el empleo de fármacos. El ideal es adaptarse gradualmente a la hipoxia de altitud, mediante un proceso denominado:

*Aclimatación (ascenso gradual): Por encima de 2.500 mts no sobrepasar 1000 mts de desnivel diarios antes de dormir, aunque durante el día se hayan alcanzado altitudes mayores y pasar una segunda noche a la misma altitud que la anterior.

*Por encima de 3.500 mts se debe subir calmadamente, sin sobrepasar los 500-700 mts de desnivel diarios y —ojalá— descansando un día por cada dos de subida.

*Por encima de 5000 mts de altitud no hay garantía de que una aclimatación adecuada impida la aparición del MAM e incluso en sus formas malignas (EPA-ECA), embolias, etc. Depende en gran medida de la predisposición de la persona al MAM.

*Hidratación: Beber líquidos en abundancia, equivalente a un 5% del peso corporal+1000cc cada 1000 mts de ascenso sobre los 3000 mts de altitud. Contribuye a un mayor transporte de O2 en la sangre, entre otros.

*Alimentos, Vitaminas e Infusiones: una dieta rica en carbohidratos mejora la oxigenación sanguínea; algunas vitaminas antioxidantes (vitamina C), produce mayor saturación arterial de O2. El café, té, las clásicas “agüitas” y el mate de coca no están probados científicamente para prevenir el MAM, aunque tradicionalmente se piense lo contrario (sobre todo el mate de coca). Lo que ayuda es la hidratación. Cebolla, limón, pomelo y otros “clásicos”, no previenen el MAM, aunque se ha demostrado en algunos casos la utilidad del ajo para prevenir este mal.

*Medicamentos: por tratarse de una materia delicada y en la que no estoy calificado, sólo nombraré algunos sin recomendarlos: Acetazolamida, Dexametasona, Nifedipino y compuestos de Gingko Biloba, entre los más usados. La vieja y querida Aspirina, Paracetamol e Ibuprofeno son muy eficientes en tratar la cefalea.

*Cámaras hiperbáricas: Es un saco estanco donde se introduce al paciente, cuya presión interior es mayor a la atmosférica, simulando un descenso a alturas menores.

*Memoria de aclimatación: las personas con ascensos a grandes altitudes previas, en general padecen menos de MAM que quienes nunca lo han hecho, aun hayan pasado varios años de su última visita a la montaña.

*Hiperventilación voluntaria: permite un lavado de anhídrido carbónico (CO2) y mejora la oxigenación.

¡Ojo! A pesar de ser ordenados en su aclimatación, el MAM igual puede presentarse. Ante cualquiera de sus síntomas es necesario dejar de ascender. Si continúan, bajar a cotas menores y, de no haber mejoría, bajar lo antes posible, al menos hasta la cota donde no existían los síntomas.