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martes, 12 de marzo de 2013

Diez casos de supervivencia y aguante humano

La historia del estadounidense de 67 años de edad que sobrevivió comiendo insectos, hojas y agua de riachuelos durante seis días tras caer en un barranco de un bosque nacional cerca de Los Ángeles trae a la memoria otros casos de supervivencia en la adversidad.

David LaVau, quien se cayó por un precipicio de 60 metros al tratar de esquivar a otro auto, fue encontrado por sus familiares, gracias a que había usado su tarjeta de débito en una tienda cercana al lugar donde fue encontrado. Había estado seis días perdido, con huesos rotos y un hombro dislocado.

Sabemos que el cuerpo humano puede soportar un nivel de sufrimiento incomprensible.

Pero los casos más excepcionales de supervivencia ponen también en evidencia la persistencia y durabilidad del espíritu humano y el coraje de quienes son forzados a experimentar retos extraordinarios.




Juliane Koepcke, la única sobreviviente del accidente de un avión sobre la selva peruana, en 1971

Juliane Koepcke, 1971: La chica de 17 años y su madre, una zoóloga, viajaban en un avión a turbohélice desde Lima a un lugar remoto de la selva amazónica en Perú, donde la nave sufrió el impacto de un rayo.

El fuselaje se rompió en pedazos y Juliane permaneció en su asiento, en una hilera que quedó intacta. Estuvo inconsciente después de caer más de dos millas desde el aire.

Los otros 91 pasajeros perecieron en el accidente. Durante los diez días siguientes, mientras sus heridas se llenaban de larvas, la adolescente deambuló a través del bosque y de riachuelos infestados de cocodrilos, hasta que finalmente encontró una choza en un río, donde la rescataron unos leñadores. El cineasta Werner Herzog estaba registrado en el mismo vuelo, pero a último minuto le dijeron que no había lugar para él.

El equipo amateur de rugby Old Christians, de Uruguay, 1972:
Un avión fletado de la Fuerza Aérea uruguaya se dirigía a Chile cuando se estrelló en la cordillera de los Andes, causando la muerte de 12 de las 45 personas a bordo. Atrapados en una montaña nevada y aislada, otros sucumbieron al poco tiempo debido a sus heridas, al frío o por inanición, incluídos ocho que perecieron en una avalancha.

Canibalismo de película
La historia del accidente del equipo uruguayo de rugby inspiró 16 libros y fue llevada al cine en cinco ocasiones, dos de ellas inspiradas en dos de esos libros. El aspecto más chocante de la odisea fue el canibalismo forzado por las
circunstancias.

Cuando se quedaron sin comida, algunos de ellos comieron la carne de los muertos, pero uno que se negó a hacerlo murió de hambre. Los 16 sobrevivientes fueron rescatados 72 días después del accidente, cuando dos de ellos atravesaron la cordillera durante diez días para buscar ayuda en Chile.


Joe Simpson, 1985: Los montañistas británicos Joe Simpson y Simon Yates estaban escalando la montaña Siula Grande, de 6,400 metros, en los Andes peruanos, cuando Simpson, que tenía 25 años, cayó y se rompió la pierna. Yates, de 21 años, pasó un día tratando de bajar a Simpson con una soga hasta la base, pero por error terminó bajándolo a un saliente. Simpson quedó
colgado sin poder hacer nada, mientras que Yates comenzó a resbalar.


Cuando Yates cortó la soga para salvar su propia
vida, Simpson cayó al costado de la montaña. Atrapado sin agua ni
comida, lisiado y sufriendo alucinaciones por el dolor, Simpson logró de
todos modos trepar fuera de la grieta y avanzar lentamente a través de
un terreno pedregoso, un glaciar, alrededor de un lago y hasta un valle
rocoso. Tres días y medio después, llegó al campamento. Posteriormente
escribió un libro sobre su terrible experiencia, Touching the Void, que fue llevado al cine en 2003, ganando varios premios.




Aron Ralston sobrevivió al cercenarse el brazo. Su odisea fue llevada al cine, en la película "127 Hours"

Aron Ralston, abril de 2003: Protagonista de la película de Danny Boyle 127 Hours, Ralston estaba caminando solo por un remoto cañón en Utah, cuando una roca cayó junto a su brazo y lo atrapó. El experimentado excursionista,
de 27 años, se quedó sin agua tres días después. Pasaron otros dos días
para que advirtiera que su única posibilidad de supervivencia sería una
acción drástica: cortar su propio brazo.

"Primero fui capaz de partir el radio y, después de unos minutos, el cúbito a la altura de la muñeca. A partir de ahí, tenía el cuchillo, apliqué el torniquete y procedí a cortar. El proceso tomó como una hora", dijo posteriormente. Entonces descendió hasta el fondo del cañón, donde se encontró con otros excursionistas. Más tarde, guardaparques usaron un equipo pesado para mover la roca de 363 kilos y recuperar el brazo de Ralston, que llevaron a una morgue.

Colin Jones, junio de 2003: El minero australiano quedó atrapado una milla y media bajo tierra en una mina de carbón ubicada en la costa oriental de Australia, cuando su tractor se volcó en un pozo, aplastando su brazo contra una pared.
Aterrado de que el tractor fuera a explotar antes de que llegaran a rescatarlo, rogó a un compañero que le amputara el brazo. Al negarse a hacerlo, lo hizo él mismo con un cuchillo de hoja corta.


Daryl Jane, diciembre de 2006: El residente del estado de Washington quedó atrapado cuando su Jeep se atoró en la nieve, en un camino remoto cerca del monte Adams. Jane, de 37 años, racionó su agua, pasteles de arroz y platanitos. Cuando se le acabó el agua, bebió de charcos. Después de casi dos semanas, ya había escrito cartas de despedida a sus seres queridos, cuando lo encontraron rescatistas en motonieves. A pesar de las bajísimas temperaturas, no sufrió congelación.



Nick Schuyler en el momento en que lo rescataron los guardacostas

Futbolistas en el Golfo de México, febrero de 2009: Cuatro atletas, incluídos dos futbolistas estadounidenses, cayeron al agua en el Golfo de México, a 121 kilómetros de la costa, cuando su bote de pesca zozobró.

El bote se volcó cuando su propietario disparó al motor, en un esfuerzo por liberar un ancla atorada. Al principio, los hombres permanecieron en calma, incluso cuando anocheció y se acercaba una tormenta, y se aferraron al casco volteado. Después de casi dos días, y en olas de hasta cuatro metros y medio, comenzaron a temblar violentamente y alucinar, mientras uno por uno sucumbían al delirio, la hipotermia y el agotamiento. Sólo sobrevivió Nick Schuyler, un entrenador personal.




Algunos medios australianos sugirieron que el drama de Jamie Neale fue una farsa, pero la policía dijo que fue genuino

Jamie Neale, julio de 2009: El excursionista británico de 19 años estuvo perdido 12 días en las Montañas Azules de Australia, al oeste de Sydney.

Dijo a las autoridades que se desorientó y se apartó de la ruta. Entonces, se esforzó por sobrevivir cuando los helicópteros dejaron de volar sobre el lugar. Sobrevivió en parte al abrigarse con cortezas de árbol, y fue rescatado cuando dos soldados que caminaban por el bosque escucharon sus llamados pidiendo ayuda.

Amos Wayne Richards, septiembre de 2011: Richards, de 64 años, se rompió la pierna y se dislocó un hombro al caer mientras caminaba solo en un desierto de Utah. Con sólo dos barritas de proteína para comer, Richards ajustó su hombro y comenzó a arrastrarse a través del terreno hacia su auto.

Juntó agua de lluvia en una botella y se las arregló para avanzar muy lentamente cinco millas. Después de cuatro días, lo descubrieron unos rescatistas que lo buscaban en helicóptero, quienes le trataron la lesión en la pierna y la deshidratación.




Sumi Abe, de 80 años, y su nieto, soportaron una nevada y temperaturas muy bajas.

Jin Abe y Sumi Abe, marzo de 2011: Sumi Abe y su nieto Jin Abe quedaron atrapados debajo de su casa cuando el tsunami del 11 de marzo arrasó con su vecindario en Ishinomaki, a lo largo de la costa nororiental de Japón.

Después de nueve días, el adolescente pudo por fin avanzar a través de un hueco entre los escombros. Sobrevivieron comiendo yogurt y otros bocados del refrigerador y fueron rescatados con síntomas de hipotermia.

Fuente: BBC

PD: Algunas historias seguro que nos suenas pero algunas menos. Es un buen resumen







El teniente Hiro Onoda se oculto en la isla de Lubang (Filipinas) desde diciembre de 1944 y localizado en 1974. Su comandante había ordenado a Onoda y sus tres compañeros no rendirse ni suicidarse bajo ninguna circunstancia.
En diciembre de 1945 los americanos arrojan octavillas sobre la isla anunciando el fin de la guerra. Onoda y sus hombres deciden que se trata de un montaje. Tampoco se convencen cuando años más tarde un avión les arroja un paquete con fotos de sus familiares.
La patrulla de Onoda prosigue con sus actividades de guerrilla y hostigamiento. Uno de los soldados muere en un tiroteo con el ejército filipino cuando incendiaba un granero. Los otros compañeros de Onoda cayeron en sucesivas escaramuzas. En 1972 Onoda se había quedado solo y sin olvidar la prohibición de rendirse o suicidarse. Permanecía oculto en la jungla con una dieta a base de mangos, cangrejos, camarones y ratas. Sentía predilección por estas últimas, sobre todo el hígado.



El 20 de febrero de 1974 Onoda se encuentra con un aventurero de Osaka, Norio Suzuki, que se había propuesto encontrar antes de fin de año al yeti y a un soldado japonés perdido en una isla del Pacífico. Suzuki le aconseja entregarse pero Onoda responde tajante: “Solo obedeceré a mi comandante”. A su regreso al Japón Suzuki localiza al ex comandante de Onoda –ahora trabajando de librero- que se desplaza en avión a Lubang donde se encuentra con Onoda y le ordena oficialmente rendirse. El teniente lloró al entregar su sable, rifle, unas 500 balas y un par de bombas de mano.


Esta imagen es de cuando Onoda descendió del avión que le trajo de vuelta al Japón.Sus primeras declaraciones fueron: “Siento vergüenza por estar vivo”.
De estas historias hay montones y nos sirven para darnos cuenta que podemos tener el equipo, podemos tener los conocimientos, pero lo que prima es la voluntad de sobrevivir. Todos tienen en común el haberse planteado un objetivo. No renunciar jamás.